La señora Delia Rosa Crespo vda. De Ordóñez, autora de “Cocinemos con Kristy“, no tenía idea de que su obra estuviera compitiendo en el ranking de las librerías con Cien años de soledad.
Así me lo confesó cuando la visité para conocer a la autora del libro ecuatoriano que más se vende.
A continuación escontrarás en documento original escaneado del diario que se publicó en:
Diario El Comercio, Domingo 31 de Julio de 1983, Rodrigo Villacís Molina
“Pero no vamos a comparar…“, dijo con modestia, aunque yo no veo porque la creación de una novela no puede admitir cotejo con la de un libro de cocina, que si bien no tiene argumento mi personaje, posee en cambio toda clase de recetas para dar gusto al paladar y saciar el hambre, que es una necesidad mucho más perentoria que la de alimentar la imaginación y satisfacer la exigencia intelectual de leer a García Márquez o a cualquier otro fabulador, por más Premio Nobel que sea.
Primero comer y después filosofar, se dice con sobra de razón, porque sin los cuidados culinarios de su esposa Mercedes, el mismo Gabo no habría podido inventar tantos Buendías ni enredarlos en una aventura tan maravillosa.
Por eso dijo el famoso autor colombiano: “No creo en el mito romántico de que el escritor debe pasar hambre, debe estar jodido, para producir. Se escribe mejor habiendo comido bien…“ Lo cual prueba que es más importante lo que se hace en la cocina que en el escritorio.
Y quisiera saber quién cambia estando con hambre, un pollito al curry por cualquiera de los veinte poemas que constan en el conocido menú de Neruda.
¿Cuál es el secreto del éxito de su libro, le pregunté a doña Delia Rosa. “La claridad y precisión de las recetas y el hecho de que todos los ingredientes se pueden hallar en el mercado“, me contestó sin misterios: mientras García Márquez, a la misma interrogación formulada por Plinio Apuleyo Mendoza (El olor a la guayaba, edición la Oveja Negra. Pag. 81) contesta: “Me parece muy peligroso descubrir por qué razones un libro como Cien años de soledad, que yo escribí pensando sólo en unos cuantos amigos, se vende en todas partes como salchichas calientes“, dando de esta manera una respuesta enigmática, de la cual lo único rescatable es la imagen gastronómica pero muy poco sibarita de las salchichas.
Además, “ Cocinemos con Kristy“, cuya“ primera edición salió en 1970, osea tres años antes de la aparición de “Cien años….a“ , no ha necesitado para venderse en el Ecuador tanto como esta novela, de su impresionante aparato publicitario: “Yo creo que de boca en boca se ha ido propagando la buena fama de mi libro“, dice la autora, que no ha gastado un centavo en publicidad ni cuyo libro ha sido objeto de comentarios por parte de la crítica ni de estudios ni tesis de grado en las facultades de Letras de ninguna universidad.
Simplemente las señoras oyen ponderar el libro a la vecina o a la amiga del club campestre, lo compran, ponen en práctica sus recetas, les sale bien el platillo escogido y también se convierten en propagandistas de este best-seller nacional que no está en la biblioteca de casa alguna; pero se halla en algún estante de casi todas las cocinas, sosteniendo generalmente entre el recipiente del azúcar y el del arroz; siempre a la mano del ama de casa, como vademécum de consulta diaria.
De “Cien años…“ se sabe que García Márquez intentó escribirlo desde cuando tenía 18 años de edad, le digo a doña Delia Rosa, ¿Cuándo comenzó usted su libro? “Bueno dice – , quizás a los siete u ocho años, aunque sin sospecharlo, claro…. “ ¿Cómo es eso?, me sorprendo. “porque a esa edad comencé anotar en los cuadernos escolares mis primeras recetas., dictadas por mamá –me explica-; después, ella me regaló sus propios apuntes de cocina“.
Y me muestra, en efecto, innumerables páginas ya amarillentas, escritas con cuidada letra, que describen minuciosamente la manera de hacer desde la sopa más humilde al más regio manjar.
En uno de esos cuadernos leo esta dedicatoria: “Hijita, si tienes plata puedes comer muy rico; por falta de recetas no vas a sufrir. Pero en cuanto a la plata, es preferible tener sólo lo necesario, porque lo demás pertenece a los pobres“, verdad ésta, más grande que todo lo que han dicho muchos escritores antes y después de García Márquez.
El libro de Delia Rosa Crespo contiene 700 recetas que recogen platos de la cocina nacional e internacional, de la Sierra y de la Costa, de sal y de dulce, como dice ella: muchos son tradicionales, aunque ninguno es tomado de otros libros; otros son auténticas creaciones de la autora o variaciones muy imaginativas de platos conocidos; pero todos han sido sometidos a la exigente prueba de sus hornillas y cada receta, re-escrita tantas veces, cuantas fuera necesario “para que todo el mundo pueda entenderla“, como una ecuación: Si usted pone tal y tal cosa, de tal manera, el resultado será éste.
“Empecé a escribir por casualidad – recuerda García Márquez-, quizás para demostrarle a un amigo que mi generación era capaz de producir escritores“, mientras la señora Crespo Vda. De Ordóñez confiesa que su primera receta la escribió con sus garabatos escolares, sólo para no olvidarse como se hacen los alfajores de maicena, que le encantaban.
Cada autor arranca a su manera; pero lo importante es que los libros se vendan y se lean, porque ese es su destino y cuando se trata de libros de cocina, que sus recetas se realicen en apetitosas y nutritivas viandas; aunque al precio que tienen ahora las cosas en el mercado, “Cocinemos con Kristy“ resulta un libro mucho más fantástico que “Cien años de soledad“.
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